Retrato de Bianca Ponzoni Anguissola por Sofonisba Anguisola

Sofonisba Anguissola, Ritratto di Bianca Ponzoni Anguissola, 1557, óleo sobre lienzo, Gemäldegalerie, Berlín. Giorgio Vasari escribió que las obras de Sofonisba «parecen verdaderamente vivas y que no les faltan más que palabras». El bello retrato de la madre lo demuestra. La artista firma bajo el reposabrazos de la butaca. Bianca Ponzoni, madre del artista, se casó en 1530 con el noble Amilcare Anguissola, con quien tuvo seis hijas, algunas de las cuales eran talentosas artistas. Bianca lleva una camora con un escote ancho. Con mangas unidas a los hombros con finos cordones, con el fin de crear un elegante contraste cromático con la blancura de la camisa, decorada con un delicado bordado de sarmientos en hilo de oro que también dobla las lechugas de las muñecas.

La cintura, ligeramente alargada y puntiaguda, sigue la moda, al igual que la subestructura rígida, la verdosa, que ayuda a dar anchura a la falda, manteniéndola en forma. Atado al cinturón con eslabones de oro con colgante está el llamado marta de mano, uno de los adornos femeninos más elegantes, raramente permitido por las leyes suntuarias. Con la cabeza de oro macizo, con inserciones de piedras preciosas. Un símbolo de fertilidad, reservado especialmente para las mujeres casadas.

La tiara de perlas que sostiene la colección de peinados vuelve, en la hija Lucía, retratada por Sofonisba en la Partida de Ajedrez, donde el mismo collar también aparece alrededor del cuello de la otra hija Minerva, comprobando así la pertenencia a la familia y la identidad de la efigie. La figura tiene cierto vigor plástico en el torso vendado; en el brazo apoyado en el reposabrazos de madera del sillón; en el complejo ajedrezado de la preciosa tela del vestido.

Conocedor de los estudios de Leonardo sobre la representación de los estados de ánimo, la joven pintora traduce el lenguaje expresivo del cuerpo, involucrando la esfera emocional. Y la investigación psicológica también aparece intensa en este retrato de la madre. Una dama segura de su opulencia y estatus, tranquila y contenta. El ligero movimiento de las manos apenas contradice la rigidez de la postura, revelando el estado de serena emoción. Enfatizado por la suavidad de la tez y una fuerza expresiva que brilla a través de ella, con la mirada puesta en Tiziano, pero también en el realismo lombardo y en el precioso cromatismo veneciano: con esas influencias naturalistas aprendidas en la escuela de Bernardino Campi,

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